Sueño de una brisa de verano

 

Estoy contenta porque ahora sí está empezando el verano de verdad. El verano, que siempre me ha gustado menos que el invierno, está adquiriendo con el paso de los años una connotación nueva, casi espiritual. Se respira una sensación general de alegría, de celebración, ¡el sol ha salido, hay que ir a la piscina! Es difícil no contagiarse del entusiasmo, aunque sea de refilón.
 

Recientemente me acordé de una mañana de julio de hace un par de años (creo) en la que me levanté bastante pronto y abrí la ventana de mi cuarto de par en par. Cerré los ojos y tomé una bocanada de aire especialmente intensa. Olía a verano. Y no a cualquier verano, no: específicamente, olía a los veranos en Manzanares, en casa de nuestros amigos de la sierra de Madrid. Cuando mi hermano se levantó, le llamé para que viniera. “Mira, ¿a qué huele?” - le pregunté. Y él, de inmediato, me contestó “¡Huele a verano en Manzanares!”.

Es un olor muy específico este que estoy describiendo. Típico del clima estival de secano, pero no de ciudad, y no de mitad del día. Solo se puede percibir en las primeras horas de la mañana, cuando el sol todavía no es intenso y tienes la suerte de desayunar en exterior, disfrutando del fresco que queda de la noche. 

Supongo que “racionalmente” tendrá alguna explicación lógica. Sería que aquel día el viento venía del interior, y no de la costa, y trajo consigo un rastro de aroma a plantas de la flora peninsular que coincidían con el paisaje de la cordillera madrileña. Sin embargo, para mí fue suficiente para pasar varios días evocando sensaciones y recuerdos que guardo de todos estos años en casa de nuestros amigos.

Muy a menudo mi mente me transporta a otros lugares. A momentos, viajes, a veces incluso a sitios que ni siquiera conozco. Me pasó el otro día, sin ir más lejos, cuando me topé con este vídeo de Green Renaissance: “Living with intention” . Conecté con esa parte de mí que fantasea (cada vez más) con una vida sencilla en el campo, alejada del asfalto, tomando té por las mañanas entre plantas y animales.

Soy consciente de que, en la práctica, vivir en el campo no es tan idílico como yo tengo en mi cabeza. Es muy probable, de hecho, que incluso lo pasara regular si tuviera que enfrentarme a cuidar de un jardín salvaje o de un grupo de gallinas (de lo cual no tengo ni idea). Sin embargo, yo voy a seguir fantaseando con ese mundo campestre ideal alimentado por los vídeos de Jonna Jinton y Pippi Calzaslargas.


Porque la fantasía, aunque la sociedad nos intente convencer de lo contrario, es absolutamente necesaria. Los sueños y los mundos imaginarios son esenciales para que nuestra mente tenga lugares en los que descansar. A veces la realidad puede llegar a hacerse difícil de transitar.Por eso es tan importante crear un mundo interior rico, lleno de detalles y habitaciones bonitas, al que poder acudir cuando lo necesitemos. No para quedarnos a vivir ahí, pero sí para ayudarnos a seguir viviendo.

- Recopila todos los recuerdos bonitos que puedas. Funcionan especialmente bien los momentos de verano de la infancia.

- Aliméntate a menudo de historias de magia, gigantes y espíritus del bosque. O de estrellas, piratas o épocas pasadas, lo que más te guste. 

- Sal a menudo a dar paseos. O lo que es lo mismo: realiza con regularidad alguna actividad que despeje tu mente de las listas de tareas.

- Atesora como oro en paño las conversaciones de madrugada.

- Y no te lo tomes demasiado en serio. Recuerda que no se trata tanto de sueños prácticos que alcanzar con un planning, sino de lugares a los que nuestra mente pueda viajar cuando lo necesite.


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Una vez más, gracias por leerme hasta aquí. Espero que este mes de julio puedas disfrutar de momentos bonitos, ya sean en la ciudad, en el campo o en la playa. Deseo que puedas recargarte de energía en cenas al aire libre y soltar presión dentro del agua. Ojalá, estés donde estés, (y en la situación que estés) tengas la suerte de poder tener al menos algún instante de calma.

 
Sara Peña Martín